La familia de Leon Roch by Benito Pérez Galdós

La familia de Leon Roch by Benito Pérez Galdós

autor:Benito Pérez Galdós [Pérez Galdós, Benito]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2012-09-17T19:17:07+00:00


Benito Pérez Galdós

La familia de León Roch

acostumbrada a acariciar, cultivándolos en el secreto y en la soledad de mi alma, sentimientos contrarios a mi deber; yo soy una mujer mala, León; yo no merezco este afecto tardío que sientes por mí; yo soy criminal, y como criminal no puedo tener ese pavor escrupuloso que tú tienes a la calumnia.

-Pepa, Pepa, no hables de ese modo, - dijo León, estrechando la mano de su amiga-. No es así como te he visto y te he contemplado en mi alma, cuando te apoderabas de ella y lentamente te hacías reina de todos mis afectos.

-¡Oh! Si no te gusto así - replicó la de Fúcar en un tono de amargura y dolor que oscurecía sus palabras-, ¿por qué no viniste a tiempo? Si hubieras llegado cuando se te esperaba, [146] ¡qué pureza y qué elevación de sentimientos habrías podido hallar! ¡Qué noble y santa pasión, tan propia y tan digna de ti habrías encontrado entre aquellas ridiculeces pueriles que no eran sino signos de locura con que se manifestaban mi corazón comprimido, mi imaginación desesperada! Si hubieras venido a tiempo, dignándote agraciar con una palabra amante a la voluntariosa, a la pobre loca, a la necia, ¡qué hermoso tesoro de afectos habrías descubierto, tesoro íntegramente reservado para ti y que en tus manos habría perdido su tosquedad!… Yo parecía no valer nada; yo parecía una calamidad, ¿no es cierto?… Es que yo quería estar en manos que no querían cogerme; era un instrumento muy raro que no podía dar sonidos gratos sino en las manos para que se conceptuaba nacido. Fuera de mi dueño natural, todo en mí era desacorde y disparatado… No te quejes ahora si me encuentras un poco destituida de conciencia y con escaso, muy escaso sentido moral. Yo he padecido mucho; he llevado una vida de incansable y espantosa lucha conmigo misma, de desacuerdo constante con todo lo que me rodeaba; he llevado sobre mí el peso de un desprecio recibido, y este desprecio, extraviándome la razón y haciéndome correr de desatino en desatino, me ha quitado aquella pureza [147] de sentimientos que un tiempo guardé y atesoré para quien no quiso tomarla. No soy tan rigorista como tú; no soy escrupulosa de conciencia; no tengo valor para mayores sacrificios, porque mi corazón está fatigado, herido, lleno de llagas como el loco que se muerde a sí mismo; no creo al mundo con derecho a exigirme que me atormente más, pues bastantes mordazas he puesto en mi boca, y así te ruego que tampoco seas rigorista, que no hagas caso de la moral enclenque de la sociedad, que des algo al corazón, que sigas viviendo aquí, que me visites todos los días, y que me pagues algo de lo mucho que me debes, queriéndome un poco.

No pudo conservar su entereza hasta el fin del discurso, y se echó a llorar.

-Mi necio orgullo - dijo León, más bien acusándose que defendiéndose- nos hizo a entrambos desgraciados. ¡Que aquel desprecio que



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